sábado, 15 de septiembre de 2012

Luces rojas, (Rodrigo Cortés, 2012)


“Luces rojas” es el tercer largometraje de Rodrigo Cortés, tras dirigir: "Concursante", en 2006 y  “Buried” en 2010 con la que obtuvo un inesperado éxito de crítica y público.
Vaya por delante que, a mi entender, “Buried” es una película sobrevalorada donde las haya, a la que no le veo ningún mérito cinematográfico, muy poco atractivo y a la que le niego, incluso, la originalidad que se le ha atribuido por parte de la crítica.
Como curiosidad os dejo una imagen con la que me encontré haciendo un trabajo sobre las campañas en contra de las drogas. La imagen pertenece a un clip de una campaña de 2007 que hizo la Comunidad de Madrid. Al lado os he puesto el cartel de “Buried”. ¿Coincidencia?
En cuanto a “Luces rojas” me pasa lo mismo que con “Buried” aunque por diferentes motivos. Según dice Rodrigo Cortés el título hace referencia a “las notas discordantes”, “las cosas que no deberían estar ahí”, “las cosas que no encajan”. Pues bien, la película está llena de luces rojas, de notas discordantes, de cosas que no deberían estar en ella y de cosas que no encajan.
Rodrigo Cortés ha dispuesto, para esta película, de un elenco de actores y actrices inmejorable y de un presupuesto importante pero ni el guión, ni la realización ni el montaje están a la altura de ellos, y estas tres cosas: el guión, la realización y el montaje son las verdaderas luces rojas de la película y las tres están firmadas por él.
La película indaga, desde un punto de vista científico-escéptico, sobre los fenómenos paranormales y los sujetos que se hacen llamar psíquicos, mentalistas, videntes, y demás fauna parecida. Sigourney Weaver (impecable en un papel que recuerda al de “Avatar”) y Cillian Murphy, forman un equipo de investigadores que dedican su tiempo y recursos a desenmascarar los fraudes de sujetos que dicen poseer poderes psíquicos paranormales. Uno de esos sujetos es Simon Silver (Robert De Niro, con una presencia cinematográfica apabullante pero un poco “pasado de vueltas” como ocurre cuando no es dirigido con mano firme).
Es una verdad admitida por todos que, de un mal guión no puede salir una buena película y aquí tenemos el primer problema de “Luces rojas”. El guión no es bueno. La película tiene una primera mitad que ha despertado mi interés, el guión es correcto, la dirección no está mal y el montaje se puede aguantar. Pero justo a la mitad de la película el personaje de Sigourney Weaver desaparece y la película empieza a naufragar como esos barcos que se hunden poco a poco, al principio, y que luego acaban por irse al fondo en un instante. A partir del momento en que muere Sigourney Weaver la película parece otra; el guión divaga y se vuelve confuso, la puesta en escena se hace rimbombante, el montaje se acelera sin motivo alguno y el peso del personaje de Sigourney Weaver que sostenía gran parte de la película desaparece y comienza el naufragio.
Creo que el giro de guión por el que se hace desaparecer de la película a Sigourney Weaver es un error monumental. Que la protagonista muera cuando todavía queda una hora de película en Alfred Hitchcock (“Psicosis”) fue una genialidad, pero claro, Rodrigo Cortés no es Alfred Hitchcock, ni de lejos.
Rodrigo Cortés me parece un buen director de cortometrajes. Su cortometraje “15 días” con una duración de 30 minutos me parece estupendo, a pesar de presentar una estructura sospechosamente parecida a la de “Zelig”, de Woody Allen. Ahora bien, las cosas que funcionan en un cortometraje no siempre funcionan en un largometraje y la sensación que me ha dejado “Luces rojas” es que se ha desaprovechado una ocasión para hacer una estupenda película y que además no era complicado conseguirlo, únicamente tenía que haber mantenido el ritmo y la estructura de la primera hora.
Ya he comentado en algún otro post que la idea de acumular en una única persona: producción, guión, dirección y montaje, puede ser una ventaja por el control que se tiene sobre el producto final. Pero también puede ser un inconveniente porque se pierde la perspectiva de la obra. Es muy difícil conciliar las labores de producción y dirección, o de dirección y montaje.
Por poner un ejemplo; imaginaos que el director ha rodado una escena muy complicada en la que ha tenido que repetir un montón de tomas, con varias cámaras, con diferentes iluminaciones, etc., vamos a imaginar que esa escena tan elaborada y que tanto esfuerzo (y dinero) ha supuesto para el director (aquí también productor) rompe el ritmo de la película, no viene a cuento y lo mejor sería eliminarla; por ejemplo la pelea de Cillian Murphy en los lavabos. Si el montador es el mismo director/productor, ¿será capaz de tomar esa decisión?, o todavía peor, ¿se dará cuenta de que hay que sacrificar la escena para salvar el ritmo de la narración o su coherencia? A mí se me ocurre más de una escena que se tenía que haber eliminado, y bastantes movimientos de cámara gratuitos, y muchos, muchos planos innecesarios, y todos los subrayados. Demasiadas luces rojas.

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