sábado, 19 de diciembre de 2015

It Follows, (David Robert Mitchell, 2014)

«Tan buena…, que molesta que no sea genial»
Diciembre es el mes de las listas. Aunque soy de los que piensan que es muy injusto establecer un ranking en el mundo del arte o decidir si esta película es mejor o peor que otra, debo reconocer que… ¡me encantan las listas!
Así pues, he echado un vistazo a los estrenos del último año para elegir una película que reseñar de entre todas las que he visto.
Al final no he elegido “la mejor”, he elegido “la más interesante”.
"It Follows" es el segundo largometraje de su director David Robert Mitchell que también es el autor del guion. Es una película de terror.
El terror es el género cinematográfico en el que la puesta en escena y la música tienen más incidencia en el resultado final. El encuadre, los movimientos de cámara y los objetivos que se usan, el uso de la Steadycam, (te añoramos Kubrick), los puntos de vista, los ángulos y la duración de los planos, tienen una relevancia muy superior a la que tienen en cualquier otro género. Y lo mismo ocurre con la música.
Más allá de algunas interpretaciones que se han hecho de esta película; algunas acertadas, (aquellas que entienden la película como una metáfora de la transición de la adolescencia a la edad adulta), y otras disparatadas, (aquellas que dicen que es una diatriba conservadora sobre la práctica del sexo de forma “precoz” o incluso aquellas que la interpretan como una metáfora, una más, del SIDA), más allá, digo, de interpretaciones simbólicas lo que me parece más interesante es cómo está rodada y de qué forma influye la forma de rodar sobre el espectador.
La película tiene uno de los arranques más impactantes, efectivos y mejor rodados que se han visto en mucho tiempo.
Se trata de un plano general de larga duración, rodado a la altura de los ojos, que hace una panorámica de 360º sobre una urbanización típica americana donde vemos a una joven correr de un lado para otro vestida con ropa interior y zapatos de tacón.
La cámara sigue a la chica pero también hace una panorámica alrededor para que veamos lo que hay o lo que no hay…, o lo que no vemos nosotros.
Es una secuencia magistral que, además de situarnos en el escenario geográfico de la película, consigue transmitir al espectador una sensación de amenaza que se mantendrá durante todo el metraje. Este mismo movimiento de cámara se repetirá en varias ocasiones y el espectador, cada vez que comienza el movimiento de la cámara, evocará la misma sensación de amenaza que sintió la primera vez.
Hay tres aspectos más que me gustaría comentar. Por una parte el uso del punto de vista. En ocasiones “vemos” las acciones a través de la mirada de la protagonista y en otras ocasiones no. Este hecho permite al director jugar con lo que se ve y lo que no se ve, en definitiva lo que está y lo que no está, lo presente y lo ausente…, y establecer un clima de paranoia que afecta en diferente grado a los protagonistas y también al espectador que, a veces, no sabe si ha visto lo que parece que ha visto o no, o si lo que ha visto es real o no.
Por otra parte es de destacar el uso que se hace de la profundidad de campo, un uso absolutamente funcional. La amenaza, en ocasiones, la intuimos en un segundo plano y avanza hacia nosotros sin salirse de foco en ningún momento. Esta capacidad de centrar la atención del espectador mediante el foco y la profundidad de campo no es habitual en el cine de terror moderno.
Por último me gustaría llamar la atención sobre una de las mejores elipsis que he visto desde hace tiempo. Se trata de la escena en que la protagonista se quita la ropa, en la playa, para nadar hacia una barca en la que hay varios jóvenes.
Es necesario destacar la interpretación de Maika Monroe en su papel de Jay, que sabe dotar al personaje de esa sensación de impotencia y desesperación, de vulnerabilidad, de estar condenada a un destino inevitable, sin recurrir a los gritos e histrionismos a que nos tienen acostumbrados las heroínas adolescentes de las películas de terror.
Tomás Fernández Valentí se refiere a la protagonista como “la heroína descalza. Es cierto, este excelente crítico repara en este detalle; la protagonista huye, casi siempre, descalza lo que refuerza, en el espectador, el sentimiento de desvalimiento de Jay y facilita la empatía que sentimos hacia ella.
La música está compuesta por Disasterpeace, casi exclusivamente con sintetizadores, y es un ejemplo de cómo la música puede ser una parte muy importante de una película de terror sin limitarse a producir sustos.
Desgraciadamente la película tiene algunas inconsistencias de guion que aunque no son graves, impiden que la cinta sea una obra maestra absoluta.

            Quentin Tarantino ha dicho: 
«Tenía uno de los mejores argumentos que he visto en una película de terror desde hacía muchísimo tiempo. Es uno de esos filmes que es tan bueno, que molesta que no sea genial».