viernes, 8 de julio de 2016

Lío en Broadway, (Peter Bogdanovich, 2014)

Una comedia de otro tiempo
Peter Bogdanovich, el realizador de “Lío en Broadway”, ha tenido, hasta el momento, una carrera un tanto irregular. Al lado de buenas películas como: “La última película” (1971), “Qué me pasa doctor? (1972) o ¿Qué ruina de función? (1992), ha dirigido otras mucho menos interesantes.
Excelente guionista, historiador, actor, crítico de cine y cinéfilo de pro, ha escrito excelentes monografías sobre John Ford, Fritz Lang y Welles, además de dos volúmenes que, con el título de “El director es la estrella”, recogen una serie de entrevistas con los realizadores más importantes del Hollywood clásico, un libro imprescindible para cualquier amante del cine.
Bogdanovich llevaba veinte años sin estrenar una película en España, en las últimas décadas ha dirigido poco cine…, algo para televisión, breves apariciones como actor en algunas series y poco más.
Ahora nos presenta una comedia clásica, una mezcla de vodevil teatral y comedia loca (screwball comedy). Puertas que se abren y se cierran, un elenco amplio de personajes que entran y salen por esas puertas, se esconden, aparecen, y vuelven a desaparecer. La película tiene un considerable número de gags al estilo del Hollywood clásico de las décadas de los años 30, 40 y 50. La cinta está plagada de referencias y homenajes empezando con la frase que se presenta como leitmotiv que está sacada de una película de Lubitsch.
Los actores y actrices están, todos, enormes, pero hay que destacar a Imogen Potts y a Jennifer Aniston. Esta última nos regala la mejor interpretación de toda su carrera.
El guion es estupendo y el ritmo que el director imprime a la película es el que necesita, diálogos rápidos, réplicas ingeniosas y una sucesión de situaciones con equívocos, sobreentendidos y segundas lecturas que consiguen que la película nos genere un estado de ánimo predispuesto a gozar de lo que vemos en pantalla, algo que se echa en falta en la mayor parte del cine actual, donde prima la sangre, el sobresalto y la espectacularidad de las secuencias de acción y de los efectos especiales. Esta película es una comedia que, además de ser completamente distinta a la mayor parte del cine que se hace ahora es, también, completamente distinta a la mayor parte de las comedias que se hacen ahora, y se agradece.
La comedia es, sin duda, el género cinematográfico más complicado de hacer bien. Todo debe funcionar a la perfección, el guion, por supuesto, los personajes y los actores que los interpretan deben estar a gran altura y el ritmo se debe ajustar con mucho cuidado. Bogdanovich firma una excelente película, de una sencillez magistral, con planos fijos, trípode y  movimientos de la cámara ligeros y elegantes, con diálogos rápidos y un ritmo endiablado que es el que necesita este tipo de comedia.
Como era de esperar, la película ha sido masacrada por la crítica e ignorada por el público. A mí me parece una maravilla y no creo que los críticos hayan sido justos al utilizar adjetivos como desfasada, caduca, congelada, o anacrónica. Tampoco es justo que el público no le haya dado una oportunidad, un público que, como ya he citado alguna vez, “prefiere ser asaltado y no seducido”, (Roger Ebert).
Bogdanovich, en una entrevista reciente, decía que la mayoría de la gente que va al cine, no ha visto nada anterior a “La guerra de las Galaxias”, (1977). Seguramente tiene razón.
En algún momento, allá por los años 70, empezó a caer en el olvido el patrimonio cinematográfico clásico. Hasta entonces los nuevos movimientos, las nuevas técnicas audiovisuales, incluso los conceptos más rompedores, eran asimilados sin menoscabo de todo lo anterior. Uno podía estar entusiasmado con la Nouvelle Vague pero defender a muerte a John Ford, Nicholas Ray, Howard Hawks, Ophüls, Dreyer, Preminger, Hitchcock, Ozu, Kurosawa, Delmer Daves…, y tantos otros. Esto ya no ocurre. Hoy en día, incluso entre aquéllos que estudian cine, o colaboran en páginas y blogs en los que se escribe de películas y se ejerce la crítica, existe un desconocimiento absoluto del cine anterior a los años 70. Esto es una auténtica desgracia y no ocurre en ninguna otra disciplina artística.
Así pues, nuestro buen amigo Bogdanovich estaba condenado al fracaso al concebir una comedia clásica..., una comedia de otro tiempo.

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