domingo, 19 de abril de 2015

Loreak, (José María Goenaga y Jon Garaño, 2014)

Flores en el camino
“Loreak”, (Flores), ha sido la gran sorpresa cinematográfica de 2014. Segundo largometraje codirigido por José Mari Goenaga y Jon Garaño, se trata de una película de bajo presupuesto con un reparto prácticamente desconocido, fuera del País Vasco, y rodada íntegramente en euskera que fue nominada en el apartado de mejor película, en la última edición de los Premios Goya, junto a “La isla mínima”, “El niño”, “Magical Girl” y “Relatos Salvajes”.
Se ha definido por parte de la crítica, incluso de la más favorable, como una “pequeña película”, “una peliculita” o incluso una “miniatura”.
¿Cómo se mide la grandeza de una película? ¿Por su presupuesto? ¿Por su tema? ¿Por la trama? ¿Por su equipo técnico, su director, su producción, su reparto?
Una película es una expresión artística y por tanto debemos juzgarla por sus valores artísticos, lo mismo que hacemos con una pintura, una escultura o una pieza musical.
“Loreak” es una gran película, una de las mejores de la historia del cine español.

La cinta trata sobre el dolor que produce la pérdida, sobre su recuerdo y sobre su olvido. Sobre el miedo a olvidar, sobre la necesidad de recordar manteniendo la herida abierta y también, sobre la necesidad de olvidar y nuestra impotencia para conseguirlo. Trata sobre nuestra incapacidad para comunicarnos con los seres queridos y sobre la soledad.
J. Mª. Goenaga y J. Garaño: “… nos valemos de tres personajes principales: una mujer que quiere olvidar a su marido fallecido; una madre que lucha por recordar a su hijo; y una mujer que a pesar de llorar la muerte de alguien, no tiene apenas qué recordar ni qué olvidar, por lo que necesita crear unos recuerdos desde cero, para dar sentido a su vida”.
Una de las virtudes de esta hermosísima película es la armonía entre lo que cuenta y cómo lo cuenta. Estamos ante un melodrama con elementos de thriller y un tratamiento cinematográfico más cercano al thriller que al melodrama.
Sus directores han contado con un reparto prodigioso. Destaca la fragilidad y ternura de Nagore Aranburu, la solidez de Itziar Aizpuru y la amplitud de registro de Itziar Ituño, las tres magníficas, con una asombrosa capacidad para transmitir emociones a través de actuaciones contenidas y con una cercanía como no había visto desde “Nader y Simin, una separación”.
La banda sonora compuesta por el músico francés Pascal Gaigne fue nominada para los Goya y es una auténtica maravilla. Acompaña las emociones de las protagonistas siempre en el tono de contención, elegancia y sensibilidad que impregna toda la película.
La fotografía de Javi Aguirre Erauso contribuye a crear un clima cercano al thriller. Se ha optado por una gama de colores apagados, monocromos únicamente rotos por la explosión de colorido de los ramos de flores.
Además de lo ya comentado, “Loreak” es una obra maestra que destaca por su extraordinaria esencia cinematográfica. Todo en ella es cine; la presencia de sus actrices, la atmósfera generada por la fotografía, la emocionante banda sonora, la elegante estructura narrativa, el delicado montaje y sobre todo los planos. La manera de encuadrar y mantener cada plano tiene una intención mucho más allá de su función estética. Estamos en territorio de Godard cuando decía que un travelling era una cuestión moral.
Tomemos algunos planos para explicarlo: empecemos por dos de Ane; el plano en la consulta del médico y el que está de espaldas cuando, en su casa, se asoma a la mirilla de la puerta. En el primero de ellos vemos a Ane en la mitad del cuadro, vestida en tonos oscuros, con un gran espacio de tonos blancos a los dos lados. Su cabeza apenas llega a la mitad de la altura del encuadre dejando una gran cantidad de vacío por encima de ella. Ane es una mujer delicada, frágil, quebradiza, desamparada, solitaria; todo eso nos lo dice la composición, no hace falta más. Lo mismo ocurre en el segundo plano que hemos mencionado, Ane tiene que ponerse de puntillas para llegar a la mirilla. La puerta parece desmesuradamente grande para ella como perteneciente a un mundo habitado por gigantes. El espectador, irremediablemente, experimenta un sentimiento de ternura hacia esta mujer de gesto triste, menuda figura y pocas palabras. Con dos planos, los directores han conseguido situar emocionalmente al espectador respecto a la protagonista. No hace falta más.
Lourdes y Ane trabajan en dos cubos, prisioneras enjauladas entre paredes que las aíslan, trabajan solas, están solas. Lo mismo ocurre con Beñat en la cabina de la grúa. Vemos a Ane y su marido, sentados enfrente uno del otro y encuadrados desde el exterior, a través de una ventana cuyas líneas verticales separan a los dos personajes. No es la única vez que se elige esta composición, la vemos en la oficina de la obra con Ane y su jefe separados, de la misma forma, por la línea vertical de la ventana. No se puede representar mejor la incomunicación de las protagonistas. Los planos del peaje de la autopista o la oficina de la obra nos hablan de soledad y de incomunicación, de personas que no saben comunicarse con sus seres queridos o que han perdido esa capacidad. Únicamente a través de las flores podrán expresar sus sentimientos y entablar una relación.
Para finalizar, un plano de Lourdes. Tras el accidente, la vemos sentada, en penumbra, en la esquina del cuadro y una franja de luz solar, que se filtra por la ventana, atraviesa su cuerpo de arriba abajo como si estuviera “partida en dos”.
De la misma manera podríamos analizar cada uno de los planos que componen la película. Todos están pensados y planificados antes de empezar a rodar.
Los directores han dicho, en alguna entrevista, que acostumbran a realizar un story-board con fotografías; algunas las hacen ellos mismos, otras son fotogramas de películas, pinturas, etc.
Todos los sentimientos que hemos mencionado, todas las acciones de los personajes, la incomunicación, la soledad…, todo está vertebrado por la aparición de las flores; flores en una curva de la carretera, flores en una tumba, flores para olvidar, flores para recordar, flores para llorar, flores para amar, flores para decir, flores…

PD: Quizás sea el momento de recuperar el primer largometraje de estos dos directores: “En 80 días” (“80 egunean”, 2010). Una película que ha pasado desapercibida pero que es una auténtica joya. Muy recomendable.

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