viernes, 24 de junio de 2016

Leer el cine: "Un árbol es un árbol"

King Vidor
Editorial: Paidós Ibérica, 2003
Págs.: 336

“Un árbol es un árbol” es el tít.
ulo de la autobiografía de King Vidor, director de cine estadounidense nacido en 1894 y fallecido en 1982
Seguramente se trata de un director desconocido para la mayoría del público aunque dirigió un puñado de grandes películas. Entre sus obras más conocidas figuran: “El gran desfile”, 1925; “Y el mundo marcha”, 1928; “Aleluya”, 1929; “El pan nuestro de cada día”, 1934; “Duelo al sol”, 1946; “El manantial”, 1949; “Pasión bajo la niebla”, 1952; “La pradera sin ley”, 1955 y “Guerra y paz”, 1956.
King Vidor es, seguramente, el primero de los grandes directores de Hollywood que llegó al cine desde la cinefilia:
«La primera película que vi fue “Viaje a la Luna” (Le voyage dans la lune, 1902). La proyectaron en la Grand Opera House de Galveston cuando yo tenía unos quince años. No sabía que George Méliés la había filmado en París hacía siete u ocho años. Me senté con un par de amigos y empezamos a hablar acerca de cómo se hacía una película.»
Este libro que recoge sus memorias se publicó por primera vez en 1953 y se amplió en 1981 y ya desde su primera edición ha sido considerado como uno de los mejores libros de cine que se han escrito jamás.
Mediante el relato de su vida y de su carrera cinematográfica, Vidor, nos presenta de en primera persona el mundo del cine en Hollywood desde su nacimiento y conocemos, a través él, personajes míticos del cine mudo y del cine sonoro como: Irvin Thalberg, John Gilbert, Greta Garbo, Lillian Gish, Audrey Hepburn o Gregory Peck.
Pero lo mejor de este libro, y a lo que debe su éxito, es que se trata de una obra escrita desde el amor que su autor profesa al mundo del cine desde su juventud cuando empezó trabajando de acomodador y sustituto del proyeccionista de un cine de su ciudad natal.
Realizó sus primeras películas con una cámara que él mismo había fabricado y acabó dirigiendo a rutilantes estrellas en superproducciones para los Grandes Estudios.
Fue un pionero en la lucha por conseguir autonomía artística y control sobre sus productos en una época de dominio absoluto y absolutista de los Grandes Estudios de Hollywood.
El libro se lee como si de una novela se tratara y sus páginas transmiten la pasión por las películas y la ilusión de contar historias desde la pantalla, la misma pantalla que miraba, embelesado, cuando tenía 15 años y veía cómo el cohete fabricado por seis estrafalarios científicos era “disparado” por un cañón e impactaba en el ojo de la luna.

“Me gusta hacer películas, ése ha sido mi gran amor…”

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