jueves, 10 de septiembre de 2015

Phoenix, (Christian Petzold, 2014)

El Tercer Reich construyó 30.000 campos de trabajos forzados y 980 campos de concentración, algunos de ellos dedicados exclusivamente al exterminio de judíos y gitanos. El mayor campo de exterminio fue Auschwitz-Birkenau, en Polonia. Tenía cuatro cámaras de gas en las que se asesinaba a 8.000 personas cada día.
El director de cine alemán Christian Petzold, autor de la estupenda “Bárbara” (2012), escribe y dirige, “Phoenix” (2014), película basada en una novela de Hubert Monteilhet titulada en España, “Regreso de las cenizas”. Repite, respecto a su anterior trabajo, con dos de los protagonistas, Nina Hoss y Ronald Zehrfeld e incorpora a la excelente Nina Kunzendorf en el papel de amiga y protectora de Nelly, el personaje central de la película interpretado magníficamente por Nina Hoss.
En la escritura del guion participó el recientemente fallecido cineasta alemán Harun Farocki.
La película obtuvo el Premio FIPRESCI, que otorga la Federación Internacional de Prensa Cinematográfica, en el 62º Festival de San Sebastián celebrado en septiembre de 2014.
“Phoenix” cuenta la historia de una superviviente de Auschwitz que ha regresado con la cara destrozada y es sometida a cirugía plástica. El cirujano consigue reconstruir la anatomía de su cara pero con un aspecto diferente al que tenía.
            En realidad, “Phoenix” habla sobre el Holocausto. Habla de la responsabilidad del régimen nazi, pero también de la del pueblo alemán. La película reflexiona sobre la necesidad que tienen los alemanes de enfrentarse al pasado, con honestidad, como única forma de superarlo, de la posibilidad de recuperar su identidad enfrentándose con la verdad por muy dolorosa y vergonzante que sea.
“Phoenix” es una película rodada con el ritmo pausado y reflexivo que precisaba el tema. Nos recuerda que en otro tiempo, el cine, incluso el cine de Hollywood, aún se permitía los silencios.
La película recrea de manera inmejorable el Berlín de la posguerra, una ciudad en ruinas que recuerda, inevitablemente, la película de Rossellini, “Alemania, año cero”, (1948). Ciudades en ruinas y personas en ruinas, víctimas de la sinrazón humana.
El film ha sido fotografiado por Hans Fromm, usando una paleta de colores contrastados con atención especial a los rojos del cabaré y la luz nocturna de Berlín. Sobre este tema dice Petzold: «…consideramos la tradición del film noir, sobre todo en relación a la llamada “Luz de Berlín”, algo que aportaron a ese género directores de fotografía de origen alemán, trabajando para cineastas como Billy Wilder, Robert Siodmak o Fritz Lang, entre otros. Para mi película pensé que no quería hacer citas de otros, sino devolver esa luz a Alemania.» (Caimán Cuadernos de Cine Nº 39. Junio 2015)
Apenas hay música extradiegética, únicamente unos acordes de piano en algún pasaje del tercio final de la película que sirven para subrayar la desesperanza y soledad de la protagonista.
La película comienza con una secuencia ejemplar; dos mujeres paran en un control para acceder a Berlín Oeste, una de ellas lleva el rostro vendado y oímos que su acompañante le dice, en voz baja, al soldado que las ha parado: “… ella viene de los campos”.
En los dos primeros minutos de proyección, el director ya nos ha presentado el tema de la película. A partir de este momento, el Holocausto estará presente en toda la película. La cinta está salpicada de alusiones al sufrimiento causado por la locura nazi aunque nunca se haga de forma directa. El director nos trata como personas adultas e inteligentes que no necesitan de prolijas explicaciones ni de emotivos discursos para captar la tragedia que late a lo largo de la historia. Voy a poner un ejemplo: Johnny le pregunta a Nelly cómo se llama y ésta le contesta que se llama Esther, a lo que Johnny responde: “Ya no quedan muchas Esther”.
La película está llena de metáforas, de hecho toda la narración es una metáfora. Por ejemplo; la llegada de Nelly en tren y el recibimiento de sus amigos, que antaño le dieron la espalda y ahora no saben cómo enfrentarse a su pasado, no deja de ser una metáfora muy obvia del pueblo alemán enfrentándose a un pasado que, estoy seguro, desearían que nunca hubiera sucedido.

La película tiene uno de los mejores y más bellos finales que se han visto en cine. Y entre un hipnótico principio y un final perfecto del que no soy capaz de expresar, en palabras, su grandeza, toda la película está en la cara de Nelly.

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