domingo, 8 de junio de 2014

Monuments men, (George Clooney, 2014)

George Clooney es el productor, director, coguionista y protagonista de “Monuments men” una película que no ha tenido buenas críticas y que no fue bien recibida en su estreno, en el Festival de Berlin.
La película, basada en hechos reales, nos cuenta la labor de un grupo de expertos en arte, al final de la Segunda Guerra Mundial, para recuperar y preservar el patrimonio artístico de los países ocupados por los ejércitos de Hitler.
Dentro del extenso número de películas que se han realizado sobre la Segunda Guerra Mundial, muy pocas han tratado este tema. Parece lógico, y es comprensible, que la mayoría de films se hayan centrado en tramas bélicas o en tratar el monstruoso genocidio que llevó a cabo el Tercer Reich.
Así pues, a priori, había como mínimo dos aspectos prometedores en el proyecto: por un lado la participación de George Clooney cuyas películas anteriores, sin ser obras maestras, eran films muy estimables; y el segundo aspecto es lo atractivo del tema que se trata. Pues bien,“Monuments men” es un film fallido. La película naufraga en aspectos como la puesta en escena, la música, el lenguaje cinematográfico y algunos otros, pero la causa principal del naufragio es, sin duda, el mediocre guión que firman, Grant Heslov y el propio Clooney.

En 1954, Akira Kurosawa realizó “Los siete samuráis”. La película, además de una obra maestra, es el origen de un “género” que ha perdurado hasta nuestros días y que, como decía Roger Ebert, ha dado trabajo a los héroes de acción durante 60 años. Algunos historiadores sostienen que ésta fue la primera película en la que se forma un equipo para llevar a cabo una misión. A todos nos vienen a la memoria cientos de títulos que encajarían en esta estructura, desde “Doce del patíbulo” a “Ocean’s Eleven”.
La estructura es muy sencilla pero, a la vez, muy eficaz: en un primer acto conocemos al personaje protagonista y la misión con la que se compromete y asistimos al reclutamiento de los integrantes del equipo. En el segundo acto se narra el entrenamiento, formación de lazos entre los personajes, y la planificación de las acciones para llevar a cabo la misión. En el tercer y último acto se desarrolla la misión.
Parece sencillo pero para que funcione hay algunos aspectos que son imprescindibles y que George Clooney no ha sido capaz de desarrollar adecuadamente. Se necesita un equilibrio entre los tres actos. En el caso de Monuments men, el primer y el segundo acto, tienen una duración de 10 minutos. La presentación de los personajes, el entrenamiento y el desarrollo de lazos de unión entre el equipo apenas dura cinco minutos. El correcto desarrollo de este tramo de la película es básico para fundamentar toda la acción posterior. En el caso de “Monuments men”, su pobreza lastrará, inevitablemente, toda la película.
Además de los problemas estructurales que hemos comentado, la película tampoco es capaz de despertar emociones en el espectador. No tiene tensión ni suspense, no emociona. En muchos tramos es más discursiva que narrativa y más narrativa que emotiva por lo que, al final, uno tiene la sensación de haber asistido a la representación de un documental.
Por poner un claro ejemplo: la relación entre Matt Damon y Cate Blanchett no funciona, no transmite ningún tipo de emoción en ningún plano, no se establece química de ninguna clase entre los dos.
El falso dilema que se plantea entre el valor de la vida humana y el valor de las obras de arte, tampoco convence a nadie y acaba descubriendo su falsedad.
Incluso la secuencia en la que Nora Sagan, una niña de 16 años, canta una versión a capella del famoso “Have yourself a merry Little Christmas” está desaprovechada. Por cierto, la versión es una monada pero yo me quedo con la de Frank Sinatra, faltaría más.
Para terminar y a pesar de la caña que le he dado a la película, hay que agradecer a George Clooney dos cosas, por lo menos. La primera que haya decidido hacer una película sobre el tema del expolio, del latrocinio del patrimonio artístico de los países ocupados a manos de los secuaces de Hitler para construir un museo a mayor gloria del dictador.
La segunda cosa que hay que agradecerle es que la película, a pesar de que no tiene tensión ni emoción es ligera y se ve fácil, no es un ladrillo, que podría haberlo sido. No es una mala película, es la versión sin alma de la película que podría haber sido y no es.

Ahora bien, si alguien quiere ver una película con tensión, suspense, emoción y profundidad sobre este mismo tema que plantea adecuadamente el dilema entre el valor de la vida humana, el valor del patrimonio artístico y los principios de los seres humanos y que, además, es una obra maestra cinematográfica y un auténtico compendio de recursos de lenguaje cinematográfico bien utilizados, (travellings, primeros planos, grúas, cámara en mano e incluso zooms), debería ver “El tren”, una película dirigida, en 1964, por John Frankenheimer.

1 comentario:

  1. Película cargada de buenas intenciones que se queda en eso, cargada con sus buenas intenciones. Llevaba tiempo esperando verla, ya que el tema que trata ofrecía una nueva perspectiva al machacón género bélico centrándose en la importancia de preservar las obras de arte de los pueblos para guardar su historia y su identidad. Temas de expolio durante conflicto bélico y dilemas morales entre costo de obra de arte-vida humana que taaaaanto hemos tratado se me pierden un poco. Hay que reconocer que el tema era un filón para haberlo explotado adecuadamente y con buen resultado y aunque sea un poquillo floja (siendo generosa) hay que reconocer que me gustó mucho ver plasmado al fin un tema que siempre me ha entusiasmado.

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